Tenemos la absurda capacidad de darnos cuenta de lo que tenemos en el momento en el que lo perdemos. Y por mucho que sabemos que el arrepentimiento aparecerá, no sabemos valorar nada de lo que tenemos. Deberíamos sonreír cada día de nuestras vidas, porque tenemos dos piernas para correr, dos brazos para abrazar, unas manos para sentir, una sonrisa para regalar y unos labios para besar. Porque tenemos un cuerpo para disfrutar, una nariz para oler, unos oídos para escuchar y unos ojos para ver. Tenemos tanto que solo sabemos llorar por aquello de lo que no disponemos...
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